En sus proyectos personales y de colaboración, Thandi Ntuli explora la plenitud de lo que es -de lo que somos- y negocia una amplia paleta de sonidos y géneros. Este enfoque es el resultado de haber crecido con la tradición familiar de una tía cantante clásica, de la que toma el nombre; un tío (Selby Ntuli) que fue miembro de la banda de afro-rock Harari; y un abuelo (Levi Godlib Ntuli) que -mientras vivía con su joven familia en el Sophiatown de los años 40, un centro cultural parecido al Harlem de los años 20 en Nueva York- fomentó entre sus hijos la tradición de componer, tocar y cantar música juntos. Esta tradición aún perdura.

A lo largo de sus 13 años de carrera, Thandi ha creado un espacio para sí misma y para otras personas que buscan su hogar, situándose así firmemente a sí misma y a la generación sudafricana contemporánea en el canon musical. Su mirada franca pero empática y vulnerable sobre sí misma, y sobre el mundo, ha dado lugar a una obra que nos facilita el acceso a nuestras historias, presentes y futuros, creando en la literatura musical la existencia de un lenguaje, unas experiencias y un espacio que nos hablan. Para los jóvenes sudafricanos y los creativos -y no en último lugar, para las mujeres- Thandi representa una vuelta a casa, a nosotros mismos, a los demás y a nuestras comunidades.

Se acerca a la música con seriedad, para escucharla y transmitir con toda la honestidad posible lo que ha venido a enseñarle. Al recibir las lecciones de la música sin vergüenza ni juicio, la práctica de Thandi le ha permitido verse y escucharse a sí misma de forma más significativa. Al compartir este don tan íntimamente como lo ha hecho, ha compartido el espacio con el resto de nosotros para darnos voz y presencia a nosotros mismos de manera más significativa. Al hacerlo, compartimos el mismo espacio con los demás. Al fin y al cabo, la música es comunidad. La música es atención comunitaria. El trabajo de Thandi es la apropiación y la celebración sin complejos de todo lo que somos.

 

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